“Este es el tiempo del cambio /
el futuro se puede tocar,” cantaba Miguel Ríos en los albores de la década de
los 80, años de ilusión y esperanza para la sociedad civil tras 40 años de
espera. En espera de tiempos mejores. Pues bien, después de unos cuántos años
de Barcinato y previsibles recambios,
podemos decir que los nuevos tiempos, ahora mismo, están ahí, al alcance de la
mano. Así pues, a ver si entre todos somos capaces de enterrar y desterrar
errores del pasado… En todos los sentidos, haciéndolo también con la
discriminación y los agravios comparativos sufridos estos últimos Sanfermines por
determinados artistas, como los que han pasado por el Jai Gune: silenciados y ninguneados incluso por el programa oficial
de las fiestas, auténtico regalo envenenado de la corporación saliente. Siendo
esto así, a ver si somos capaces de cambiar determinados vicios adquiridos en
lo relativo a la programación musical. En resumidas cuentas, que el más que
deseado cambio vaya más allá de sustituir
en Los Fueros a Alaska por Mario Vaquerizo…
Pero, al hablar de cambios, hay
que hacerlo mirando de reojo a las redes clientelares y a los consiguientes intereses creados tras tantos
años de Ayuntamientos Upenitas; así
pues, nada de confianzas, pues la empresa se presume difícil. Y es que no es
que queden cosas por hacer, sino todo,
más bien. El encuentro por disputar, toda vez que lo ganado por la ciudadanía en
las últimas elecciones no fue el partido, sino el derecho a poder saltar al
campo, y seguro que los gobernantes salientes (y su cohorte de amigos) no van a
poner fácil el asunto. En ningún orden. Así pues que nadie baje la guardia,
pues nada van a regalar: de todos es
sabido qué es lo único que, procedente del cielo, cae gratis a los pobres:
palos y agua. Nada más.
LA IKURRIÑA EN EL AYUNTAMIIENTO:
LA PLASMACIÓN VISUAL DEL CAMBIO
La presente edición de los
Sanfermines arrancó con toda una declaración de intenciones, la izada en el
Ayuntamiento de la Ikurriña tras 34 años de ausencia, comenzando de inmediato
la granizada de críticas por parte de los detractores de la bandera: de una
enseña verdaderamente sentida en Nafarroa, entre otras cosas, por haber sido en
su día un emblema de la lucha antifranquista. Nosotros, llegados a este punto, creemos
que el ya lejano día 6, para que la jornada hubiese sido perfecta, solo faltó
lo siguiente: que los encargados de lanzar el chupinazo hubiesen sido los arrantzales barbudos de 2013; aquellos
intrépidos ciudadanos que, en una acción comparable a las de colectivos como Solidarios con Itoiz, la colocaron en la
plaza, dejando al Poder con infinitos palmos de narices.
EL CAMBIO TAMBIÉN HA DE LLEGAR A
LA PROGRAMACIÓN SANFERMINERA: AGUR, JAI
GUNE, AGUR!
Viendo la programación de los principales
escenarios, daría la sensación de que presuntamente, desde la corporación en
retirada; en previsión de perder las elecciones, se hubiese apostado a la hora
de fraguar la programación musical por llevar a cabo lo que se conoce por
política de tierra quemada, consistente en destruir absolutamente todo lo que pudiese resultar positivo para el
enemigo; para el adversario político llamado a ocupar su puesto -en este caso-,
una vez perdidas las elecciones. Esto es, por apostar por hacer bueno aquello de
cuanto peor, mejor. Y no hay más que
ver lo organizado y el sentir popular, para reafirmarnos en lo dicho.
¿Sobraba alguien en la
programación, así las cosas? Tampoco lo creemos. En la línea de lo dicho por el
alcalde sobre la presencia de las banderas el 6 en el Ayuntamiento (no sobraba
ninguna, pero faltaba una), pensamos que sobrar, nunca sobra nadie; para
gustos, colores. Ni siquiera Mario Vaquerizo y sus Nancys, rubias, morenas o
teñidas. Lo que sí vamos a decir es que en los principales escenarios faltaron
nombres verdaderamente respetados y queridos por el público, como los de
algunos artistas incluidos en la programación del Jai Gune, tal y como lo ha dado a entender un año más el gentío peregrinando
noche a noche hasta allí para verlos en acción. Para ver a unas bandas que han
protagonizado una programación tan completa como ignorada por Instituciones y
ciertos Medios de comunicación. Y aún diremos más, no habiendo sido capaces en
tres años los responsables de la Mancomunidad ni tan siquiera de incluir dicha
expresión, Jai Gune, en el panel
frontal de la fantasmagórica Linea 8, la de las barracas. Un espacio, el Jai Gune, al que, por cierto, le
deseamos una pronta desaparición: fuera de cualquier duda, la mejor señal del
triunfo de la normalidad en próximos Sanfermines. Así pues, ojalá que el
próximo año no haya que montar dicho recinto. Que en Pamplona 2016,
imprescindibles cambios mediante, las cosas sean de otra manera. Y sobre lo de
las Nancys Rubias y su triunfo en Los Fueros, ¿qué decir? Aparte de que “hay
gente pa tó” (y más en Pamplona por San Fermín), que no lo cuestionamos, aunque
para nosotros eso, su espectáculo, no sea lo que se entiende por un concierto
musical. Eso, lo suyo, será otra cosa. Eso sí, puesto que tampoco sabemos
exactamente qué, no opinaremos al respecto.
PAMPLONA 2016: MÁS HÁBITOS Y
CONSTUMBRES A CAMBIAR
Por el bien de la fiesta y los
conciertos, creemos que el cambio también ha de alcanzar sí o sí a otros modos
y maneras por desgracia tan presentes en la Fiesta, como la venta ilegal de
bebidas en rededor de los principales escenarios y, cómo no, al botellón
indiscriminado, siendo esta la única forma de terminar con el vertedero
incontrolable en el que durante 9 días se convierte la ciudad. Además, viendo
cuadrillas y cuadrillas asistiendo presuntamente a los conciertos perfectamente
pertrechadas de botellas, daría la sensación de buena parte de la gente asiste
a los mismos como la mayoría de quienes lo hacen a los toros: por disfrutar de
las diferentes ambrosías, en primer lugar. Una única noche estuvimos en Los
Fueros, siendo más que suficiente para sufrir el descaro y acoso de vendedores ambulantes y de todo tipo
de deambulantes buscavidas, buscando colocar sus mercancías. Latas de cerveza
con especial insistencia –principalmente-, enseñándonos con su acción que no
solo la piratería –tal y como la hemos conocido- puede llegar a afectar a la
música. Porque eso, vender latas de forma ilegal en los conciertos, también es
piratería, teniendo que hacer especial daño a las barras instaladas para ayudar
a sufragar los gastos y tratar de obtener algún beneficio; ¿o es que las
actuaciones las pagan los lateros?
Llegados a este punto, un año
más, nada más. A ver cómo van las cosas los próximos 356 días, ¡ya falta
menos!, y lo dicho: quedamos a la espera de que los escenarios de la Plaza del
Castillo y Los Fueros sean también los del cambio, en clara sintonía de lo que
necesariamente ha de acontecer durante el año en los escenarios del día a día
la ciudad.
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