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7/10/09

CURIOSIDADES: CRÍTICAS A LOS CRÍTICOS

Interesantísimo artículo acerca de una de las sempiternas preguntas: ¿por qué los
críticos no se meten prácticamente con nadie? No es nuestro... el artículo ni nuestro caso tampoco. lo hemos encontrado por ahí y nos ha gustado tanto que hemos enlazado el blog donde lo leímos, rock & Blog. Podéis acceder al mismo desde la sección de "enlaces"



UNA CRÍTICA A LA LAMENTABLE CRÍTICA MUSICAL (EXTRAÍDO DE “SEXO, DROGAS Y ROCK & BLOG”, DE QUICO ALSEDO)

Sin preámbulos: la crítica musical, en España, es mala o peor. Se me ocurren más adjetivos: floja, aburguesada, tibia, pactista, papanatas, conservadora, flácida, aburrida. Previsible. Interesada. Autista. Resumo: lamentable. Ahí va mi decálogo.
1. No es que haya malos críticos. Los hay buenísimos. Con una sensibilidad y un bagaje de la hostia, con cosas que decir y sabiendo cómo decirlas. Sencillamente, no se atreven. Con el resultado de que a casi nadie, en términos generales, le importa lo que digan.
2. En algunos casos, lo he visto, sienten una cosa y escriben otra. Como si sus cabezas y sus corazones pertenecieran a distintos cuerpos. Los clientelismos pesan más. Beneficiarios: los artistas, las discográficas, los medios, las tendencias, la posición ganada o la posición por ganar. Las capillas. El estómago agradecido.
3. En otros casos aún pesa, como una tonelada, ese medieval concepto del apoyo al artista, que convierte al crítico en un impersonal eslabón más de la cadena a cambio de un trozo de pastel. Un esquema que toma al espectador por un gilipollas que no sabe elegir.
4. Más: la crítica, en España, contribuye a secularizar la separación entre minoritario y mayoritario, uno de nuestros males endémicos. Se trata de una extensión, consciente o no, de los prejuicios del público. Y no es que no haya críticos sin prejuicios; los hay a patadas. Pero no cuando escriben, con contadas excepciones.
5. Capítulo de excepciones: quede claro que todo esto es una generalización, que hay críticos, pocos, contados, que hacen su trabajo aunque arda Roma. Y ojo: hablo de crítica y no de periodismo musical. Ése me parece bastante digno.
6. Como los niños pequeños, a mí también me da miedo golpear en soledad. Por eso voy a apoyarme en un primo de zumosol que acaba de escribir algo parecido en la acera de enfrente. Tiene varios siglos más de experiencia que este cronista, que no es digno ni de citarle. O, esperen, sí: carguen contra él también los críticos a esta crítica, si los hubiese.
7. Epílogo evidente: ¿y este blog? ¿Se salva de la quema? Pues lógicamente no. Este blog es más bien un McDonalds de la cosa, que ofrece no críticas bien cocinadas, sino hamburguesas escritas y mcnuggets musicales. Un abrevadero para el gran rebaño que, si tiene alguna virtud, es la de sacudir las aguas estancadas, putrefactas.
8. Tengo mucho amigos críticos, y alguno más que amigo incluso. ¿Y si no me hablan después de esto? Pues bien, amigos míos: sabed que todos vosotros estáis en el capítulo de excepciones, ¿eh? Los malos son los demás. Todos los demás. Vosotros no.
9. Coño, ahora que lo pienso... Tampoco me refería exactamente a mis conocidos que se dedican a la crítica. ¡No, no me refería a vosotros! Eh... Bueno, y si alguien en alguna discográfica, o algún artista amiguete o así se ha dado por aludido, pues... No, tampoco era por vosotros. ¡Lo juro! Los malos siempre son los demás. El infierno es el otro.
10. Creo que, ejem, voy a darle una vuelta al decálogo y... ATENTOS, QUE CONTINÚA:
El otro día me fajé con la crítica musical en España. Dije que era/es lamentable, y lo mantengo. Algún amiguete crítico se me enfadó, otro me escribió algún codazo, muchos aprobaron mi preciso retrato (los adjetivos son de mi abuela).
Pero la foto quedó descompensada. ¿Son el común de los críticos pequeños pícaros con una irrefrenable tendencia a la corruptela? Sí. ¿Pero tienen su corazoncito y conforman un tierno pelotón de desharrapados que se muere, en fin, por un caldo caliente bajo la tormenta de capillas, clientelismos y servidumbres? También. Perseveremos en esta línea.
¿Quiere usted reconocer a un crítico en un concierto de un festival cualquiera? Fácil: es el tío que, mientras los demás saltan cerveza en mano, hace la estatua con el dedo índice sobre los labios, o bien apunta algo -que luego no entenderá- en un trozo de papel.
Usted le ve ahí todo pensativo, escrutando el escenario como quien observa una autopsia, pero él seguramente esté en pleno interrail musical: en el bolsillo lleva un programa minutado, de ahí tiene que irse corriendo a otro escenario, luego a otro haciendo surfing entre la gente, y más tarde a escribirse a mano una crónica ilegible y dictarla por teléfono desde los urinarios. O a improvisarla.
El cronista entrado en años conforma un llamativo subgrupo. Tipos que frisan los 50, llevan el pelo largo pese a la calva y luces orgullosos camisetas de los Travelling Wilburys. Han escrito cinco libros sobre garage en España (y uno sobre Bisbal), acumulan una sensibilidad enfermiza y tienen hijos y familia, pero no donde caerse muertos.
Triste/gozosamente, la pasión por la música resulta ser la droga/gasolina de todos ellos, y les hace caer en todas las trampas. Que hay que ir a un festival húngaro, correr con los gastos y cobrar 20 míseros euros por crónica con la promesa de ulteriores golosinas (que nunca llegarán); pues se va.
Que nos invitan (palabra clave) a no sé dónde para forzarnos a extorsionar a no sé quién para conseguir que no sé qué publicidad se coloque en no sé qué revista de mierda; pues el crítico menesteroso, aun ni entendiendo bien la cadena, toma el dinero y corre. Con la endeblez de los propios medios, muchas veces auténticos tenderetes de gitanos, ¿quién se lo puede censurar?
Hablamos, en la mayor parte de los casos, de auténticos mendigos enfermos de una peligrosísima patología: la melomanía aguda. Una dolencia que es como un síndrome de estocolmo que termina convirtiendo sus oídos en calculadoras. Alguno hay por ahí que escucha seis discos al día en horarios absolutamente rígidos como quien se administra tranquimacines. ¿
ES ESTO VIDA?

Últimamente he descubierto una piedra más en el camino. Sin coñas, tienen su peligro las groupies de críticos, a veces una franquicia de las de músicos (conste que no hablo por experiencia propia, que sólo pensáis en lo que pensáis, pero acabo de conocer un caso mutante de agente doble).
Chicas deseables y sin escrúpulos que van colocando muescas en sus revólveres y confundiendo a estos corazones, la mayor parte de las veces, solitarios y anhelantes. Porque si los artistas suelen estar heridos, muchas veces no lo están menos sus escribas.
Los críticos, en fin, son llamativamente parecidos a los pajilleros de Internet, sólo que su soledad, encima, es sonora, y concurrida.
Y después de toda la mierda, del safari de negocios de medio pelo y amiguismos chungos, al menos les queda una íntima satisfacción: meter sus pequeños e insignificantes mensajes en botellas, y echarlos al océano del público, al que todo le importa exactamente un pimiento.
Da igual. Al día siguiente tal vez haya otro viaje a Hungría, y entonces...
Postdata: nótese que este retrato es tan falso, o tan verdadero, como el anterior. Se recomienda mezclar ambos, y ni aún así.

1 comentario:

  1. No funciona el enlace. ¿Puedes arreglarlo o hacer un "corta-pega"?
    Gracias,

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