MARTXA, MARTXA CON NUESTRA FANFARRE!! (QUE USTEDES LO PASEN BIEN) )

15/10/09

CRÍTICA CONCIERTO CELEBRADO EN VILLAVA EN 2007 EN CONMEMORACIÓN DEL 25 ANIVERSARIO DE LA BANDA

QUE ESTO NO ACABE NUNCA


Barricada dio el pasado fin de semana no sólo el Do de pecho, sino todas las notas. Y por partida doble y rayando a la misma altura, por lo menos. Sobre un acogedor escenario, diseñado a propósito para esta gira y concebido con verdadero gusto, en medio de un espectáculo de luces realmente efectista, el Drogas -chistera y gafas de sol en ristre- y compañía comenzaron bajo los sones de Sean bienvenidos, composición que abrió, y de qué forma, la espita: la llave de paso al rock & roll, el cual, en un terreno más que abonado para su expansión, prendió pronto, expandiéndose sin problemas a lo largo y ancho de la noche durante las siguientes cuatro horas. Y es que por medio del baño que se dieron en ese inmenso mar que es su discografía... los Barri se sobraron. Directamente. ¿Que cuáles tocaron? ¿Cómo nombrar las más destacadas tan siquiera? Misión imposible, ¡si acabaríamos antes citando las que no! Cosa de un repertorio integrado por clásicos de todos sus CD´s, que nos retrotrajo al recuerdo de decenas de conciertos de la banda, algunos de ellos, perdidos al fondo del baúl; así las cosas, ¿desde cuándo no escuchábamos Esperando en un billar o Que estalle la bomba? ¿Desde cuándo tantos y tantos himnos –o anti himnos- callejeros como los que sonaron ambas noches? Unas composiciones que, como los buenos caldos, han demostrado ganar una increible solera con el paso de los años, como por ejemplo, La silla eléctrica: canción que nos resistimos a no nombrar, con el escenario en rojo fuego convertido en la antesala del infierno, con el Drogas riéndose como el día en que Satanás nos dé la bienvenida al mismo. O por las que, por suerte o por desgracia, en algunos casos, incluso no han pasado los mismos, como Okupazión, dedicada por Enrique a Xabi Errea, prisionero en Iruñea por llevar a la práctica lo que se alienta tras su título: por un Drogas que, una vez más, demostró que no le pesan ni los años ni los kilos. Tras dos horas y cuarenta minutos el show derivó hacia una vertiente acústica que contó con la participación de Las Zíngaras, a los coros, Iker Piedrafita a los teclados –dos generaciones compartiendo tablas- y el Pirata, ¡cómo llenó el escenario con su presencia, a lo Blues Brother!, al saxo, concierto dentro del concierto que fue la sorpresa de la noche. Y a continuación, como si de las fallas se tratase, la traca final: Contra la pared, No hay tregua –con su letra, cantada íntegramente por el público, poniéndonos la carne de gallina- y En blanco y negro entre otras, con la cancha botando al unísono con ésta y parte de los presentes inclinándose frente a los músicos como agradecimiento por la gesta presenciada. Porque eso deparó la noche, una gesta. Una actuación apoteósica a la que no calificaremos de irrepetible toda vez que, de hecho, se repitió al día siguiente.
Después de que los hijos de la banda –musicalmente hablando- celebraran sus bodas de plata el jueves, la legendaria formación hizo el fin de semana lo propio con el resto de la familia barrikera; ¿bodas de plata, hemos dicho? Sí, habida cuenta de que, en nuestra opinión, los vínculos que se establecen entre los miembros de un conjunto hacen que dichas uniones sean como un matrimonio, sólo que a más de dos bandas. Y eso es Barricada, un matrimonio bien avenido que, sostenido por sus cuatro puntales, demostró el pasado fin de semana un envidiable estado de salud; un grupo al que, al igual que a aquélla, sólo echaremos en falta cuando nos falte. Que esto no acabe nunca. Al menos, de momento, que no pase.

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