Sí se puede
Concierto de Quique González
Fecha: viernes, 27 de
diciembre.
Lugar: auditorio de
Barañáin.
Intérpretes:
Quique
González, a las guitarras, a la armónica y a la voz, acompañado por Pepo López,
a las guitarras eléctricas, Alejandro Boli
Climent, al bajo y al contrabajo,
Edu Ortega, a la mandolina y al violín, y Edu Olmedo, a la batería.
Incidencias:
presentación
de Delantera mítica, nuevo CD del
artista. 2 Horas de duración, bises incluidos. Lleno prácticamente, público que
disfrutó de la actuación.
Años y años de brega y
fatigas y 9 trabajos discográficos después, Quique González (Madrid, 1973)
completó el aforo elegido para la presentación de su último CD, el del
auditorio de Barañáin, demostrando que, imprescindible factor suerte aparte, a
base de tesón y constancia, de buen hacer y perseverancia, sí se puede. Que si
se está en la brecha obrando cual hormiguita (y más en un mundo como el de la
música, tan dado a la proliferación de tantas especies de cigarras), los sueños
pueden hacerse realidad: y así quedó confirmado el pasado viernes, tanto por la
actuación ofrecida como por la respuesta brindada por los presentes: por un
público cuya asistencia a sus conciertos, en los últimos años, no ha dejado de
crecer.
Sobre un escenario ornamentado
con la búsqueda de la proximidad como primer objetivo, en medio de una
indisimulada expectación, los músicos activaron la llave de contacto sobre las
22.15 horas, y lo hicieron con tres de los temas de estreno: uno de ellos el electrizante
y eléctrico Dónde está el dinero, con
González también a la guitarra eléctrica. Rebosando rodaje la banda tras casi
un año de carretera y gira, perfectamente defendidas las canciones en directo (el
madrileño, además, siempre ha sabido rodearse de músicos más que solventes) el
concierto recorrió con generosidad su ya extensa discografía, deteniéndose
primeramente en temas de Daiquiri
Blues como Restos de stock o Cuando estés en vena, antes de tomar
tierra en Kamikazes enamorados (Palomas en la quinta), Pájaros mojados o Salitre 48, representado tan referencial trabajo por La ciudad del viento y 39 Grados, en un primer momento. Y todo
ello bajo una iluminación que, diseñada ex
profeso por el equipo técnico de la sala, dio una exclusiva y exquisita
dimensión a las interpretaciones.
Pasado el ecuador del
concierto, buscando mayor intimidad con el respetable, Quique se quedó en
escena acompañado únicamente por su guitarra y su armónica, brindando dos temas
de Pájaros mojados, Reloj de plata y Pequeño rock and roll, poniendo dicho par de joyas sobre la recta final a la noche: a
una velada que concluyó oficialmente con tres pesos pesados del repertorio de
Quique (Hotel Los Ángeles el último
de ellos), y de manera extraoficial, con dos tandas de bises. Con seis
interpretaciones más, destacando Tenía
que decírtelo (primer single de Delantera
mítica, álbum con amplia representación en el setlist) o el legendario Salitre,
primera en ser cantada a viva voz por el respetable: un público que, eso sí,
nunca escatimó aplausos ni palmas.
Un buen día, finales de los
90, Quique González apostó todo por la música, doble o nada. Sin nada que
perder y ¿todo? O algo por ganar. Y poco a poco, laboriosamente, fue saliendo
airoso del envite. Como se hacen las cosas buenas, poco a poco. Dándoles tiempo.
Y así, no habiendo otra fórmula, ha llegado hasta donde está, habiendo pasado
de comerse la cabeza –posiblemente- en su sancta
sanctórum de Madrid, la sala Galileo Galilei (¡cuántas noches habrá visto sus
actuaciones!) a comerse aforos –directamente-, demostrando con ello que, al
igual que en tiempos pretéritos, en los actuales también es posible sacar la
cabeza: algo que siempre ha sido difícil para todos, artistas actualmente
consagrados –e incluso mitificados- incluidos. Y de todos los estilos. Así pues,
certificando un muy buen estado de forma –artístico-, muy bien González.
Fuego sí, pero
controlado
Concierto de Dover
Intérpretes: Dover,
formación integrada por Cristina, a la voz y a la guitarra, Amparo, a la
guitarra y a los coros, Samuel, al bajo, y Jesús, a la batería.
Fecha: viernes, 20 de diciembre.
Lugar: sala Tótem, Atarrabia.
Incidencias: presentación de Dover come to me, enmarcada en la gira conmemorativa del vigésimo
aniversario de la banda. Más de medio aforo. Alrededor de hora y media de
duración, bises incluidos.
En 1997 vio la luz el segundo disco de los
por entonces todavía bisoños –nadie les llamaba prometedores- Dover, Devil come to me; pero para sorpresa de
todos, el trabajo, en pocos meses, demostró un mayúsculo potencial, revelándose
como un cañonazo en la línea de flotación de la escena que rompió moldes,
haciendo posible que los deseos de dos hermanas se hicieran realidad. Los
sueños de las hermanas Llanos, Cristina y Amparo, dos entusiastas de Nirvana
que, ideólogas de Dover desde finales de 1992, dieron que hablar por vez
primera ante una significativa audiencia en abril de 1994: ante la de Radio 3,
al día siguiente de que fuese encontrado muerto Kurt Cobain. Estas, procediendo
como dos oyentes normales, llamaron a un programa de dicha emisora y,
totalmente emocionadas, entonaron el tema Rape
me de dicha banda, cautivando a cuantos las escucharon. Semejante joya
todavía puede escucharse en Youtube.
Pues bien, tanto tiempo después, el pasado viernes, Dover recaló en Tótem,
embarcando a los centenares de personas que llenaron más de media sala en un
auténtico viaje en el tiempo de manos de la actuación ofrecida. De manos de un
concierto que si bien, estuvo a la altura de las expectativas, nos mostró a una
banda menos fogosa que antaño; ¿Cosa del paso del tiempo? Y es que el grupo, en
forma, sí, calentó la sala, pero pese a la expectación reinante en ningún
momento la incendió ni encendió totalmente a los presentes, a pesar de que el
público disfrutara del espectáculo: quedando la acción de las otrora pirómanas
de todo tipo de escenarios en fuego… pero controlado.
Haciendo gala del post-grunge de intrínseco regusto melódico que siempre llevaron por
bandera, ante una sala que, pese a tratarse de una noche difícil para la
programación de música en directo, presentó un buen aspecto, la actuación se
centró en la revisión de principio a fin de los temas del laureadísimo y súper
ventas Devil come to be, sonando la
práctica totalidad de los hits
incluidos en el mismo. Haciéndolo con un sonido que, en verdad, no terminó de
convencer, luciendo un tanto traslúcido. Pero además de temas como los de dicho
álbum (mención especial para Serenade
–por ejemplo-, su pasaporte hacia el éxito total) también encontraron su
espacio algunos de Sister, su primer
LP, disco publicado en 1995 que en su tiempo pasó sin apenas pena ni gloria
(pese a que actualmente muchos reivindiquen su escucha) o de Late at night, el tercero. Composiciones como DJ o Flashback de este
último o, camino de la conclusión, Angelus
o She will, del primero. Camino
de una recta final que, culminada por King
George (incluida en otro
CD, I was
dead for 7 weeks in the city of Angels), dio paso a unos bises para los que quedó
reservado lo mejor: con permiso de Cherry
Lee, los bombazos con nombre propio y sin fecha de caducidad titulados Devil como to be y Loli Jackson, portadores por excelencia del ADN músico-emocional
del grupo.
Tejedoras en su particular rueca de
personalísimas y arrebatadoras melodías, bendecidas desde 1997 por el Diablo o,
quién sabe, por el aura de Kurt Cobain, Cristina y Amparo dejaron buenas sensaciones
en Tótem al frente de su banda; de una formación que, a pesar de todo, se
reivindicó con solvencia en su visita a Iruñerria. El pacto firmado por las
Llanos tal vez con Satán continúa funcionando.
Palabra de rock
Concierto de The Quireboys
Intérpretes: The
Quireboys, formación integrada por Jonathan Gray Spyke,
a la voz y a la armónica, Guy Griffin y Paul Guerin, a las guitarras, Keith
Weir, a los teclados, Mailing Pip, a la batería, y Nigel Mogg, al bajo. Como
teloneros abrieron noche Bitter Honey.
Fecha: domingo, 15 de diciembre.
Lugar: sala Tótem, Atarrabia.
Incidencias: presentación de Beautiful curse, nuevo CD de The
Quireboys. Hora y ¼, bises aparte. Asistencia
discreta, público participativo.
Las puertas de Tótem se abrieron de par en
par con domingo, día del Señor –por excelencia-, para recibir a unos auténticos
señores, los históricos The Quireboys; formación que recaló en dicha
sala para poner punto final a su segunda incursión por el Estado, en este 2013
que se nos va.
La velada arrancó de manos de
Bitter Honey, sorprendente cuarteto radicado en Arrasate al que le tocó en
suerte comenzar a endulzar la noche, sacando adelante dicha labor apoyándose en
un hardrock genuinamente setentero que dijo mucho del grupo. Y Bueno. Mucho, y bonito. Y así lo entendieron
los en buena parte talluditos asistentes, un público fiel –tal y como lo es el
del hardrock-… mas tan apasionado y
agradecido como reducido dicha tarde noche. Un público que protagonizó una
asistencia, si se nos permite la expresión, de domingo.
A continuación, tras salvar Bitter
Honey los muebles de la mejor de las maneras (esto es, abrir cartel un domingo
a las 19.30 horas), los esperados The Quireboys fueron quienes se hicieron con
las riendas de la noche, protagonizando desde el principio una incontestable
actuación. Un concierto que, además de una cita con la historia, fue todo un
lujo: pura palabra de rock –canción a canción-, desde Black mariah, primera en sonar
(de su CD Well oiled) hasta 7 O´clock, última en hacerlo antes de
los bises. Sin parar quieto ni un segundo el legendario vocalista (pañuelo a lo
pirata anudado a la cabeza, jugando todo el tiempo con el pie de micro y aferrándose
al mismo como si le fuese en ello la vida) el segundo tema brindado fue Too much of a good thing, primer single
del CD que se presentaba, quedando claro de este modo por dónde iban a ir los
tiros en lo referido a repertorio; cómo iba a desarrollarse la actuación, con
la banda intentando hacer paradas en lo más significativo de su discografía,
además de en lo nuevos temas. En canciones con solera como There she goes again, This is
rock & roll (el grito de guerra de la noche) o Hey you –por ejemplo-, perfectas tarjetas de presentación del
grupo: de una formación que, dando a entender que su nuevo material es tan
válido como el antiguo, no escatimó la presencia de canciones nuevas, encontrando
su espacio temas como Diamonds and dirty
Stones, 27 Years o el que da
título al trabajo, composiciones que también aportaron su parte a la hora de
convertir por momentos la parte delantera de Tótem en una caliente caldera.
Responsables de que generaciones
enteras se hayan enganchado al rock & roll, esa droga intangible –desde el
prisma material- pero cautivadoramente tangible desde el espiritual, The
Quireboys, pasión, profesionalidad y entrega, sedujeron y cautivaron a cuantos se acercaron a Tótem con su concepción
del viejo género, claramente marcado por el hard, el blues y el glam, toques
además de AOR mediante, claro está. A un público que, no hay mal que por bien
no venga, disfrutó por partida doble de la velada a la vista de la asistencia
registrada. Muy bien, nada que objetar.
Vitalistas, revitalizantes
Concierto de Zea Mays
Fecha: sábado, 14 de
diciembre
Lugar: sala Tótem,
Atarrabia.
Intérpretes:
Zea
Mays, formación integrada por Aiora Rentería, a la voz, Piti Imaz, a la
guitarra, Rubén González, al bajo, y Asier Basabe, a la batería. Como teloneros
abrieron la velada Oppium.
Incidencias: presentación de
Da, séptimo CD de la banda. Hora y
media de duración. Asistencia discreta, alrededor de dos centenares de
personas. Público participativo.
Vitalista, revitalizante:
así se mostró en Tótem Zea Mays, formación bilbaína que tras años y años de
peregrinaje por todo tipo de escenarios abriendo campos; explorando nuevas
posibilidades sonoras para el euskal rock,
se ha ganado por derecho el ser reconocida como una de las bandas más sugerentes
del país. Uno de nuestros grupos más elegantes y con menos corsés a la hora de
crear, habiéndose hecho a pulso con dicho título desde 1997, año en el que
comenzaron a facturar sus discos: erigidos primeramente sobre un rock de porte marcadamente experimental (plasmado en
trabajos como Zea Mays, Elektrizitatea, Harrobian, Sortuz – grabitatearen aurka o
Morphima) y reconducido desde 2010, año de la publicación de su laureado Era, hacia lindes cada vez más
influenciadas por la electrónica. Y así lo dieron a entender en la noche de la
presentación de Da, su más reciente
colección de canciones.
La
velada arrancó con los igualmente vitalistas y revitalizantes Oppium, joven
formación con epicentro en Araba que, por las sendas del indie-rock con un
indisimulado regusto a The Clash, denotó maneras y cultura musical. Y acto
seguido, tras tan acertado preámbulo, los comandados por Aiora al escenario,
llamados a disfrutar y hacer disfrutar de su noche por igual.
Derrochando
personalidad e inconfundibles señas de identidad (marcadas a fuego por la voz
de la citada y por las guitarras de Piti: en Zea Mays, apuntémoslo, no hay
sintetizadores), en medio de una cuidadísima puesta en escena, la velada
arrancó con Gaur, puerta de entrada
de Da, prosiguiendo con los electrizantes
& electrónicos ritmos del igualmente tema nuevo Hurbil y con los más que cautivadores de Llunetan, sonando los mismos antes de los de la canción cima del
CD, representados por el tema que le da título. Entre constantes explosiones de
sensaciones y sonidos, cálida lava musicada la deparada por la práctica
totalidad de las canciones, el volcán de sensaciones que deparó la noche
también trajo temas de más viejos; composiciones que, invariablemente, se
crecieron y recrecieron siempre antes de terminar volcando sus ansias en los
estribillos, brillando con luz propia,
claro está, la interpretación del hit Negua
joan da ta camino de la conclusión del concierto. Y de paso, no terminado
con dicho tema (a continuación sonó Bi
bihotz, bi ero, del CD nuevo, concluyendo el concierto con el
reivindicativo Kukutza III)
demostrando el grupo haber sabido sobrevivir, salir adelante a la perfección
tras firmar un éxito como ese, sin que se les atragantara la resaca de la
canción. Y todo ello bajo unos juegos de luces que contribuyeron decisivamente
a envolver las interpretaciones bajo un aura especial, dando con sus luminosos
jugos más color si cabe al ya de por sí colorista hecho musical.
Al
igual que nos alegró ser testigos de
booms como los protagonizados en su día por Berri Txarrak o Kenzazpi, nos
alegra –y reconforta- ver que bandas como Zea Mays van encontrando su hueco.
Haciéndose con él, y que el mismo, lo realmente importante, se va agrandando
día a día. Zea Mays, constatación y ejemplo de trabajo bien hecho. Bordeando
siempre los ribetes alternativos cercanos al rock más que los del rock
alternativo, trabajando sin prisas, malas consejeras casi siempre, y sin pausa.
Pasito a pasito, disco a disco. Despacio –si se quiere- pero con buena letra,
haciéndose poco a poco con su espacio. Protagonizando una carrera de fondo que,
ascendente en nuestros días, nadie sabe dónde terminará. Suerte con las
presentaciones de Da.
Cuando la rabia es el motor
Concierto de Últimos Reyes
Fecha: viernes, 13 de
diciembre.
Lugar: Terminal,
Iruñea.
Intérpretes: Últimos Reyes,
trío integrado por Iván, a la voz, a las guitarras y a los coros, Txus, a la
voz, al bajo y a los coros, y Pirata 47, a la batería.
Incidencias: presentación
de La rabia del no!, nuevo CD de la
banda. Hora y 30 minutos de duración; medio aforo, público variado que disfrutó
de la actuación.
Tras el éxito cosechado el
pasado día 7 junto con Gatillazo y Vómito en Oteiza, su localidad natal, con
motivo de la presentación de su último CD, Últimos Reyes rindieron el viernes
pasado visita al Terminal, uno de sus campos de operaciones por excelencia; ¿el
motivo? Presentar La rabia del no!,
tercer disco de su colección, y continuar reivindicando su derecho a hacerse
con un hueco en la república independiente del punk rock.
La actuación arrancó con dos
anfetamínicos chutes musicales
extraídos de Perversamente sencillo,
su recordado segundo trabajo (Pase lo que
pase y Otro puto día),
encontrando pronto su espacio el primero de los nuevos temas en ser detonado, La rabia del no!: temas que rezumando
genuino regusto ochentero, ya de entrada dejaron claro lo siguiente, que la
existencia de bandas como Eskorbuto marcó y continúa marcando el camino del
grupo, antojándosenos el paso de los de Santurtzi por la Tierra, por el
infierno no demasiado dulce que vino a ser su existencia, referencial para
estos Últimos Reyes: para un trío que, tras haber crecido –tal y como cantaron
en uno de dichos temas- escuchando, además, “a los Zika y a los RIP” (y a La
Polla, a los Flitter o a los Clash –añadimos nosotros-), demostró una noche más
haber asimilado a la perfección la herencia recibida. Tan imprescindible
legado: imagen y aplomo, actitud y contenido a espuertas, habiéndoselo llevado
a su terreno a la perfección. Haberlo hecho suyo hasta el punto de haberse
convertido en los mejores voceros de bandas como la de Joe Strummer a uno y
otro lado del Ega, el particular Río Grande de Tierra Estella.
Soñando historias a ras de
suelo (con forma este de escenario), combinando mala leche con genuinos acordes
y melodías, la detonación de nuevas composiciones continuó con el sardónico
–más que solamente irónico- Tu nuevo
hogar, con el tándem integrado por Txus e Iván llevando de forma alterna el
peso de las voces y los coros (perfectamente propulsados por el veterano Pirata
47 a la batería) y prosiguiendo los tres disparando misiles como los más que
explícitos Lo más kabrón o Romper y kemar, canciones que en medio
de un ambiente de fiesta punk de indisimulado regusto dejaron inequívocas
muestras del rebote del veterano trío
para con la sociedad. Con la actual forma de encarar la vida por parte de la
mayoría, más acostumbrada, en palabras de Iván, “a roncar y siestear”.
Llegados a este punto, el
concierto encauzó su última parte con temas de estreno como La indiferencia o con otros más viejos
como Oda a la cerveza, y lo hizo bajo
unas atmósferas presididas por connotaciones de corte cada más destroy -conforme se iban sucediendo las
canciones-; haciendo ver –así las cosas- que en la imperfección formal radica
buena parte de la credibilidad del punk. De su perfección espiritual, quedando
preparada de dicho modo la alfombra roja para una recta final que, versiones
mediante, hizo saber a los presentes cómo es un día cualquiera en Oteiza (todo
un guiño a Parálisis Permanente)… o que el recuerdo de bandas como los ya
citados Cicatriz y Eskorbuto, Botes de
humo, Os engañan
–respectivamente- continúa totalmente vigente.
Incisivos, con mordiente.
Inconformistas, provocativos, así vimos a Últimos Reyes, depositarios de la
esencia del mejor punk vasco de los 80 y dignos portadores del testigo: con
argumentos renovados con forma de canciones, rabiosos y más que preparados para
seguir en la pelea.
De alto octanaje emocional
Concierto
de Kenzazpi + Euskadiko
Orkrestra Sinfonikoa
Fecha: miércoles, 4 de
diciembre.
Lugar: Auditorio
Baluarte, Iruñea..
Intérpretes: Orquesta
Sinfónica de Euskadi y Kenzazpi, banda formada por Eñaut, a la
guitarra acústica y a la voz, Beñat, a la guitarra eléctrica, Igor, al bajo y a
los coros, Iñaki, a los teclados y al acordeón, y Ion, a las baterías.
Incidencias:
actuación
integrada en el ciclo klasikat. Pesentación del último CD de la banda, grabado junto con la
O.S.E. Hora y 40 minutos, bises incluidos. Lleno.
Kenzazpi comparecieron en Baluarte
como hasta el día anterior (el primer concierto de estas características tuvo
lugar la víspera, 3 de diciembre, en Donostia) ningún grupo de pop rock
euskaldun lo había hecho. Acompañados por una orquesta sinfónica. Por la
Orquesta Sinfónica de Euskadi, consiguiendo llenar la Sala Principal del
Palacio de Exposiciones y Congresos y protagonizando una actuación… Para el
recuerdo –directamente-. De altísimo octanaje emocional, poniendo con su
sensacional reinvención una nueva pica en Iruñea los liderados por Eñaut
Elorrieta… y Fernando Velazquez, en esta ocasión: el director de la O.S.E. este
último. Ofreciendo un concierto que, ante todo, fue todo un regalo para los
sentidos. A la vista de las fechas en que estamos, el mejor de los regalos de
Olentzero para el espíritu de cuantos se dieron cita en Baluarte, hasta el
punto que tal vez se podría decir que el ya esperado carbonero adelantó unas
semanas su visita, incluyendo dicho recinto en su listado de paradas.
Tras una introducción por parte de
la Sinfónica que, de marcado regusto épico, sirvió para recibir entre fuertes
aplausos a los capitanes de los dos grupos en liza (el sinfónico y el
eléctrico: a excepción del batería, en primerísima línea del escenario los
comandados por Eñaut), la velada quedó descorchada bajo los reescritos ritmos
de Hegoak Astindu, con las notas del
bajo y la guitarra coqueteando –en un primer momento- y haciendo perfecta
pareja con sus primas hermanas extraídas de instrumentos de cuerda como los
chelos, contrabajos y violines; fusionándose con ellas ante la complicidad de las
del teclado y los vientos preparando la pista de despegue para que Eñaut volase,
sobre tan fecundos pasajes. Cielo a través a partir de Hel nazazu eskutik, segunda en sonar.
Bajo una iluminación musical tan
especial, el extraordinario viaje musicado deparó en un primer momento tres
nuevas interpretaciones erigidas sobre tan cautivadora suma de armonías, siendo
la más emotiva de todas Gernikan, con
los Kenzazpi, hijos de dicha villa, convirtiendo la canción en un ejercicio de
memoria histórica sobrecogedoramente escrito, parpadeantes luces rojas mediante
e inquietante sonido de una sirena accionada de forma manual incluido. Con
Eñaut, de rodillas tras el encargado de hacer sonar dicha sirena, dando lugar a
una de las imágenes de la velada. Tras dicha interpretación la O.S.E se retiró
momentáneamente, ofreciendo el grupo propiamente dicho 4 composiciones: para
restar seriedad a la velada o, tal vez, para que los músicos liberaran
tensiones; 4 temas rematados por el legendario Zenbat min (con Eñaut a la carrera por los pasillos de Baluarte) y Hemen gaude, dedicado a Mikel Laboa,
Xabier Lete y a los recientemente cuestionados docentes del Modelo D, para quienes fue la gran ovación
de la velada. Acto seguido, con la OS.E
nuevamente en el escenario, la noche depararía 6 nuevas interpretaciones (Haizea, Itsasoa gara o Ilargia
entre ellas, cómo las cantó Baluarte), antes de encontrar el mejor final
posible en unos bises, rematados por Zapalduen
Olerkia.
De manos de Kenzazpi y la O.S.E., la
música y la magia se encontraron en unos lugares comunes llamados canciones,
demostrando encajar las mimbres aportadas por ambas partes a la perfección.
Dando lugar a una fusión llamada a quedar inmortalizada para siempre en las
retinas y oídos de cuentos la presenciaron. De lujo. Bravo por semejante
reunión.
Piratas del ska-punk
Concierto de Talco
Fecha: viernes, 22 de noviembre.
Lugar: sala Movie, Aizoáin.
Intérpretes: Talco, formación integrada por Dema, a las guitarras y a la
voz, Ketto, al bajo, Nick, a la batería, Jesús, a la guitarra, Rizia, a la trompeta,
y Cioro, al saxo tenor. Como teloneros abrieron velada
La Plebe.
Incidencias:. Hora y 15 minutos de duración. 2/3 de aforo
en la actuación de dicho día. Público de ambos sexos y mayoritariamente joven
que se mostró entregado.
Después de que la armaran, y de qué manera,
el pasado marzo, los italianos Talco regresaron a Movie dispuestos a liarla
nuevamente; y por partida doble, el viernes 22 (asistiendo nosotros dicha
noche) y el sábado 23. Y no contentos con ello, lo hicieron con un objetivo
añadido, grabar los conciertos de cara a la publicación de un CD registrado en
directo.
Ante una muy buena asistencia dicho viernes,
la noche calentó calderas y motores con la comparecencia de La Plebe, quinteto
radicado en San Francisco, California, que, con 4 discos en su haber,
representó todo un valor añadido para la velada: por su incendiario directo,
puro vértigo y vorágine el grupo sobre el escenario (erigida su actuación sobre
un punk-skatalítiko con fuerte presencia de los vientos, tan acelerado como
incontestablemente facturado) y por la presencia de Juankar, el infatigable
frontman de Boikot, al bajo, a los coros y a la voz, aportando el citado
activista del punk rock estatal aplomo y credibilidad, desde un activísimo
segundo plano. Y sí, gustaron, convenciendo totalmente a la parroquia. A un
gentío más que predispuesto para sonidos como los de La Plebe y que, si bien se
citó en la sala en menor número que en la anterior visita de Talco, se
involucró en el concierto como entonces: como muy pronto íbamos a ver.
Con los termómetros llamados a medir
emociones y expectación subiendo de forma imparable, los piratas italianos del
más festivo ska- oi (piratas a tenor del logotipo que preside su bandera: dos
trompetas cruzadas a modo de tibias bajo una calavera), lucieron desde los
primeros compases como lo que son, embajadores perfectos del espíritu street punk más combativo, llevando la
sala a la efervescencia en cuestión de segundos: en los poquísimos que tardó en
subir la marea de manos de, al igual que los de la banda anterior, los más que
activos vientos: músicos y animadores del cotarro por igual a la hora de jalear
a los presentes: a un público que desde dicho minuto 1 cantó, dio palmas,
bailó, botó y más –al mismo tiempo-, llegando en los momentos álgidos de la
velada, torsos al aire los más entregados, a trazar espectaculares círculos
en la parte delantera de la sala llamados a transformarse en explosivos pogos. En momentos como los deparados
por unos temas que, de marcado regusto partisano y color rojo –en esencia-,
como la esperanza del obrero, se han convertido ya en auténticos himnos
callejeros, como La torre, Danza del autumno rosa, La mia citta, Gran gala, La machina del
fango o San Martan, acentuando su
vitamínico hálito la incontinencia general en lo referido a entrega y
efusividad. Haciéndolo el poderoso
latido de unas canciones, he aquí buena parte de su magia, tan pegadizas como
poco previsibles -en lo que a su factura y a su desarrollo hace referencia-, de
contestatario regusto siempre.
Sorprendidos por el calor
descubierto en Euskal Herria, Talco eligieron Movie para retratarse en directo:
y acertaron. Plenamente, como lo dejó claro, por si lo comentado hasta este
punto no hubiese sido suficiente, el momento de petición de los bises,
solicitados por medio de un cántico del Hator,
hator que, masivo y atronador, sorprendió y cautivó a los músicos. A una
banda que lo siguió con interés, guardándose hasta entonces en la manga la sorpresa que
tenían reservada por su parte, la versión del Zu atrapatu arte de Kortatu con la que se despidieron: una vez
publicado el disco, a ver si tenemos la suerte de volver a verlos en su
presentación.
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