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3/6/14

EXTREMODURO, POR LA PUERTA GRANDE EN PAMPLONA


EXTREMODURO ABRIÓ DE PAR EN PAR LAS PUERTAS DE LA MONUMENTAL

LA BANDA DE ROBERTO INIESTA NO DEFRAUDÓ A SU LEGIÓN DE SEGUIDORES, PROTAGONIZANDO UNA NOCHE PARA EL RECUERDO

LA AUSENCIA DE LA LLUVIA MAGNIFICÓ UN ESPECTÁCULO GRANDE A TODOS LOS EFECTOS



FOTOGRAFÍAS DE ESTRELLA ELARRE


6 Trailers, una grúa de 60 Toneladas con 40 metros de pluma, carretillas y carretillas elevadoras para mover piezas de hasta 3000 kilogramos… He aquí algunos datos  claramente indicativos del volumen de la gira que el pasado sábado trajo hasta Pamplona a Extremoduro, banda que, en la noche de su reencuentro con su legión local de seguidores, protagonizó un apoteósico concierto. Una actuación de casi tres horas de duración que, de lo más espectacular, fue una fiesta en sí misma. Y así lo entendieron los presentes, un gentío integrado por unas 8000 personas de ambos sexos, diferentes edades y condición que, en su inmensa mayoría, hizo buena la denominación de la gira, Para todos los públicos, cantando, botando y siguiendo el devenir del concierto con auténtica devoción.

Y Robe y los suyos, casi 6 años después de su anterior visita a la ciudad,  estuvieron a la altura de las circunstancias; de las expectativas generadas, consiguiendo con su actitud en escena y sus canciones que se disparara la temperatura de la Plaza de Toros como hacía años, muchos años que no veíamos.



En una noche fresquita en la que lo mejor, desde el prisma meteorológico, fue que la lluvia no hiciera acto de presencia, la vida comenzó a latir en torno al colosal escenario sobre las 22.30 horas; alrededor de un inmenso teatro de operaciones que, de ambientación inequívocamente portuaria, simulaba ser un muelle de carga y descarga, haciéndolo totalmente cuando sobre dicha hora, en medio de la expectación y la algarabía general, comenzó a descender desde sus 16 metros de altura un gigantesco contenedor, comenzando la música a sonar a una con el aterrizaje de dicho OVNI y del desembarco en tierra de sus extraterrestres ocupantes.

La actuación, como siempre ha ocurrido en la dilatada trayectoria de Extremoduro, se articuló en dos partes, de alrededor de hora y cuarto – hora y media de duración cada una: una primera de corte más lento, dominada por la presencia de temas compuestos en el siglo XXI (pese a incluir joyas de tanto abolengo como Sol de invierno o Golfa) y una segunda en la que el componente rockero del grupo se desmelenó a su antojo.  Apabullantemente a su antojo -con la total complicidad de las luces-, protagonizada por composiciones como Prometeo –para arrancar-, Tango suicida o Pedrá –en lo que fue uno de los clímax de la velada-, de diferentes épocas de la banda.





Respecto a las canciones ofrecidas, sobre esas composiciones en las que desde el prisma musical constantemente pasan cosas, diremos que brillaron a menudo los arrebatadores mano a mano protagonizados por Robe Iniesta e Iñaki Uoho Antón a las guitarras, dejando entrever las compuestas en la actual centuria unos aires sugerente e inequívocamente cercanos al espíritu de la música clásica, algo que ya salta a la vista claramente en los discos; en grabaciones publicadas desde 1998 (pistoletazo de salida del siglo XXI -a nuestro entender- para la banda dicho año) como Canciones prohibidas, Yo, minoría absoluta (qué grandes en directo La vereda de la puerta de atrás, Stand By o Puta: suyos fueron algunos de los mejores momentos de la noche), La ley Innata (con abundante presencia en la primera parte), Material defectuoso o Para todos los públicos, CD que actualmente están presentando y que aportó temas como Locuria transitoria o Poema sobrecogido: regusto o latido clásico este más bien ausente en los grandes clásicos del grupo del siglo XX; en temas tan celebrados entonces y siempre como Buscando una luna, Salir (con gran introducción al piano por parte de Aiert: desde 2002, junto con el polivalente Felix, uno de los músicos adicionales en directo) o Ama, ama, ama y ensancha el alma, himno intergeneracional con el que pasadas la 1.30 parecieron terminar. Pero no, pues en la presente gira semejante honor, poner dicho broche de oro a los conciertos, está recayendo en El camino de las utopías, tema de gran proyección.





Llegados a este punto, ¿qué más añadir respecto al repertorio? Que haciendo los músicos tan especiales paradas en sus discos más recientes dieron la sensación de no querer vivir de lo que fueron. Anclados en el pasado. De querer hacerlo Robe, Iñaki Uoho Antón, Miguel, Cantera, Aiert y Félix de lo que son, una inagotable fuente de creatividad: algo que queda meridianamente claro con la inclusión incluso de un tema inédito en los  repertorios, sea cual sea cada noche el ofrecido. Sin renunciar a tiempos pretéritos, no querer vivir de  rentas, algo que les resultaría sencillo, recurriendo a su igualmente inagotable fuente de éxitos: de mega hits que ya nunca podrán sonar en directo en su totalidad, a la vista de su elevado número y de la regular composición del grupo de temas con madera de serlo: he aquí la explicación de que apuestas seguras como So payaso o Jesucristo García no suenen en ocasiones en directo, tal y como ocurrió el sábado.




Extremoduro abrió de par en par las puertas de la Monumental, saliendo por lo puerta grande tras entrar en la plaza en loor de multitudes. Tras hacerlo en perfecta sintonía con un gentío especialmente ávido de emociones con forma de canciones como las de Robe: balsámicas, catárticas para el espíritu humano y perfectas bandas sonoras de los latidos del alma, radicando en ello la clave de su éxito. De la excepcional receptividad y voracidad con que las hace suyas el público. Todos los públicos, como sucedió en  Pamplona una noche más.

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