MARTXA, MARTXA CON NUESTRA FANFARRE!! (QUE USTEDES LO PASEN BIEN) )

24/2/12

CRÍTICAS DE FEBRERO: VITA IMANA, HAMLET, TAIL DRAGGER, LA RÚA 44, INSOLENZIA...


Sí y no

Concierto de Hamlet


Fecha: sábado, 18 de febrero.
Lugar: Sala Tótem, Atarrabia.
Intérpretes: Hamlet, formación integrada por Molly a la voz, Luis y Alberto, a las guitarras, Álvaro al bajo y Paco, a la batería. Como teloneros abrieron Vita Imana.
Incidencias: presentación de Amnesia, nuevo CD del grupo. 2 Horas de duración, bises incluidos.

Sí, pero no. Bien, pero no del todo: y no por cuestiones técnicas o de sonido. Aprobado con objeciones y matizaciones –más bien-, he aquí qué nota hemos de poner a Hamlet si tenemos en cuenta factores como los siguientes: las expectativas generadas por la maquinaria publicitaria con las bondades de su nuevo disco de fondo y lo que se espera, al menos, a priori, de un concierto suyo: un show como los por ellos protagonizados en numerosas ocasiones en la vieja sala Artsaia, con los comandados por Molly transformando la misma en una olla a presión. Así pues, división de opiniones –como mucho-, que dirían los críticos taurinos: he aquí, necesariamente, a qué expresión hemos de recurrir para valorar este concierto.
La noche arrancó de manera incontestable con Vita Imana, banda que, principal reclamo del cartel para algunos de los presentes (limitándonos nosotros a plasmar en estas líneas lo que nos hicieron saber unos cuántos espectadores), puso la nota de calor a la velada, convenciendo totalmente al público con su actuación: con un más que vitamínico y encabritado pase erigido sobre una brutal concepción del metalcore; en feliz maridaje con el hardcore, perfectamente sostenido su hecho musical sobre una poderosa base rítmica conformada por bajista, baterista y percusionista, con este último (ésta, toda vez que era de sexo femenino), haciendo por momentos las labores de segundo baterista, a tenor de la espectacularidad de su set y de su pegada. Y sí, imagen, sentido del ritmo y actitud, vaya que si Vita Imana convencieron, demostrando durante los 30 minutos de que dispusieron porte, capacidad y entidad suficiente como para aspirar a más altas metas. Para ser a la mayor brevedad cabezas de cartel: no en vano dicha noche arrollaron en cierta medida a las presuntas luninarias del mismo, los madrileños Hamlet.
Sobre un escenario presidido por una estética más que cuidada, con paneles alusivos al grafismo de su nuevo CD ocultando las pantallas de sonido y flanqueando la grandiosa batería; frente a un público que se dio cita en un número discreto teniendo en cuenta los llamados a estar sobre el mismo, referentes en toda regla de la escena metálica estatal, la actuación arrancó de manos de temas nuevos como Un mundo en pausa, Mi soledad o Entre la niebla, composiciones que, recibidas sin excesiva efusión, dejaron en el ambiente sensaciones encontradas: que la banda sigue sonando bien y que sus músicos continúan vaciándose en directo -por un lado-, pero por otro… Que los temas nuevos no llegan como los de antaño. Que, al entender de muchos de sus seguidores, les falta una mayor definición y les sobra envoltorio melódico y dispersión estilística, provocando sus interpretaciones cierta indiferencia entre el público: algo percibido por Molly –fuera de toda duda- a juzgar por cómo trató de arengar a sus seguidores durante la ejecución de otra de las nuevas, Deja vu: “¿sigue ahí fuera Iruña?” “Iruña, ¿es Hamlet? ¿Es el frío?” “¿Ha venido Iruña esta noche?”, que a viva voz se preguntó.
Iruña sí; en mayor o menor medida, estaba allí. Acudió dicha noche. Y tan predispuesta a cantar y a pasarlo bien con la banda que incluso pagó previamente en taquilla. Así pues, si tal y como sucedió durante la primera parte de la actuación, marcada por la presentación de nuevos temas, los presentes no participaron en exceso, no fue por falta de predisposición; tal vez quienes no estuviesen allí fuesen ellos. Los Hamlet esperados por la ciudad -a tenor de lo ocurrido en la segunda parte-, fase en la que de manos de clásicos como Tu medicina, J.F., Egoísmo, Irracional o, ya en los bises, Dementes cobardes, tras las reticencias iniciales, se hizo el calor. El sí, tras cierta sensación de no...


VITA IMANA, ¡¡BRUTALES!!


Carril blues

Concierto de Tail Dragger


Fecha: viernes, 27 de enero.
Lugar: Sala Tótem, Atarrabia.
Intérpretes: Tail Dragger, a la voz, acompañado por Quique Gómez, a la armónica, José Luis Pardo, a la guitarra, David Salvador, al bajo, y Pablo Bárez, a la batería.
Incidencias: concierto organizado por la asociación de Blues de Burlata. Entrada  aceptable; público de ambos sexos y media de edad alta que se mostró participativo.  Hora y ¼ de duración, bises aparte.

A dos meses vista de la última edición del Udazkena Blues (y a cinco de la celebración  del veraniego Burlada Blues Festival), la animosa asociación Burlada Blues Bar se lió de nuevo la manta a la cabeza con un fin; doble, pero uno en sí mismo: recordar al público en general que siguen estando ahí, al pie del cañón, y que el blues, su pasión y verdadera razón de ser, sigue estando ahí, algo que quedó más que claro de la mejor forma posible. Con la comparecencia de uno de los grandes del género, el estadounidense Tail Dragger.
Perfectamente escoltado por dos igualmente grandes, el bonaerense José Luis Pardo y el madrileño Quique Gómez, ante una asistencia incluso mejor que la esperada (teniendo en cuenta factores como el público al que va destinado este tipo de conciertos, minoritario y de circunstancias muy definidas), la sesión, en esencia, se tradujo en setenta y cinco minutos de tirón de interpretaciones de blues de muy alto octanaje; sucio –en lo que a concepción del mismo se refiere- y arenoso en lo relativo a connotaciones; elegante y salvaje a un tiempo… e impecablemente plasmado. De puro sabor genuino. En la plasmación de un hecho musical perfectamente liderado por la presencia de Dragger (Arkansas, Chicago, 1940), viejo bluesman de timbre totalmente añejo al que, visto lo visto, sólo jubilará la vida, en última –y única- instancia. Que solo dejará la vida artística… por imperativo vital, a la vista del fervor que sigue cosechando ¿su presencia? Su buenísimo hacer, más bien. Un músico que, sombrero vaquero cubriéndole la testa, con los pies en el suelo (e incluso bajando a cantar a pie de suelo en ocasiones), llevó las riendas de la noche a la perfección, cabalgando al frente de la banda derrochando arte y soltura por igual. Blues con clase por medio de la clase de blues impartida, lo que, en líneas generales, fue el concierto: erigido a dos velocidades, en clave de interpretaciones de slow blueses y característico rhythm´& blues, sobre unas composiciones ricas en pasajes y parajes de diferentes intensidades sonoras y, en todo momento, alrededor de largos y, aunque más o menos esperados, sugerentes desarrollos; vamos, como los kilómetros de la Ruta 66, para los enamorados de la misma.
Sobre unos temas en cuya ejecución brillaron con luz propia el argentino José Luis Pardo por su forma de tocar la guitarra, ya al servicio del equipo, ya al de su arte en solitario, demostrando ser un Messi de las seis cuerdas; y perdón por la comparación, habiendo recurrido a dicha herramienta para asegurarnos que nos entendemos a la primera (guitarrista que incluso buscó el santo grial del minimalismo sonoro absoluto desde el borde del escenario), y Quique Gómez, corriendo de su cuenta la exquisita  ornamentación a cargo de la armónica; bueno, ornamentación… O más, siendo las notas por él desgranadas más que meras guirnaldas, como fueron.
Frente a un público que, en medio de un ambiente distendido, le piropeó y jaleó, circulando por el unidireccional carril del blues, vía de sentido casi único que apenas permite desvíos, Tail Dragger compareció en Iruñerria como la personificación del legendario género, digámoslo claramente; y, por otra parte, como el espejo en el que puede ir empezando a mirarse buena parte de la escena rockera estatal, pues los años no pasan en vano. Tail Dragger: y el blues se hizo carne, habitó entre nosotros y cantó en Tótem… a mayor gloria del género. Y de sus entusiastas incondicionales. Enorme.



Haciendo de tripas corazón

Concierto de Insolenzia


Fecha: sábado, 28 de enero.
Lugar: El Bafle, Donibane.
Intérpretes: Insolenzia, banda formada por Daniel Sancet, a la voz, Isabel, a la voz, a las guitarras acústica y eléctrica y a los coros, Félix y Miguel, a las guitarras, Daniel, al bajo, y Chuan Pablo, a la batería. Como teloneros abrieron velada La Rúa 44.
Incidencias: presentación de Me quema el sabor de tus ojos, nuevo CD de Insolenzia. Asistencia muy escasa.

Decepción, he aquí la palabra que mejor encaja a la hora de explicar lo vivido –y deparado- por el principal reclamo del cartel ofertado por El Bafle dicho viernes: y ateniéndonos tanto a lo que sintieron los aragoneses Insolenzia al comprobar de primera mano su capacidad de convocatoria, nula –prácticamente-, dato significativo a la vista de que estuviésemos en una noche totalmente despejada de conciertos, como a lo que sintió quien rubrica estas líneas a una con el desarrollo de su directo. Decepcionante, el mismo. Y es que, lamentándolo mucho (no tenemos nada contra nadie: es más, asistimos a verles con ilusión, presos de la curiosidad), sintiéndolo de verdad, así fue su actuación: todo lo contrario que la ofrecida por los presuntamente teloneros, jovencísima pero más que preparada banda que dio la de cal, haciendo buena nuestra personal versión en clave de crítica musical del cuento de David y Goliath: érase una vez un grupo telonero que se subió a las barbas del grupo principal y…. Toda vez que La Rúa 44 no sólo se les subieron a las barbas, sino que incluso llegaron a hacer cumbre arriba, más arriba: a tenor de lo visto, por méritos propios y todo hay que decirlo, también por deméritos ajenos, en la mismísima cima del cartel.
Haciendo de tripas rock & roll, ante una desangelada sala, pasadas las 22.40 horas subieron al escenario los chicos y chica de La Rúa44, sexteto estellica al que conocimos en 2011 en la denominada Apertura Paralela y que sacó adelante su repertorio de manera sorprendente. Sorprendentemente buena; un extenso setlist que, apoyado en las canciones de Leyenda, su primer álbum, pivotando las mismas entre los sabores más celtas y clásicos del rock, encontraron en el clarinetista su hecho diferencial, desempeñando en la banda dicho músico el papel del violinista de Mägo de Oz. Unas composiciones que dejaron en el ambiente la sensación de encontrarnos ante un grupo hecho; pese a la juventud de sus integrantes, frente a una formación cuya trayectoria sólo puede ir a mejor. Lo mismo que, por muy diferentes razones, denotó la actuación de Insolenzia, banda cuyo directo dejó entrever un preocupante quiero y no puedo; grupo cuya comparecencia nos hizo ver el porqué de que su presencia en Iruñea, ya a priori, no llamara la atención; pero, visto lo visto, ¿cómo hacerlo en la capital estatal del rock? ¿Cómo, en una de las cunas del rock (Barricada, Txarrena, Koma, Marea, Bocanada…) cantado en castellano? Y es que, a la vista –se quiera reconocer o no- de la sempiterna diferencia de nivel existente entre las bandas de aquí y las del resto del Estado, tal vez por la piel de toro Insolenzia congregue gente en sus conciertos e incluso coseche seguidores, pero por estos lares, haciéndolo como lo hicieron, difícil. Muy difícil. Dificilísimo, presentándose como se presentaron: con un frontman que abrigo rojo y sombrero, en todo momento trató de emular la imagen en escena de Kutxi Romero, y con una vocalista que cantó fuera de tono casi todas ocasiones. En resumen, que más que sus canciones, Insolenzia mostró lo siguiente a las escasas personas congregada: tener muchos aspectos que cuidar… Y que mejorar. Que tienen que trabajar duro, así como buscar un sonido y una personalidad propia, más allá de tratar de reproducir esquemas ya inventados: esto es lo que nos sugirieron, tratando de hacer ellos en sus ya reseñadas circunstancias de tripas rock & roll… y el arriba firmante, a la hora de contarlo, de ellas, corazón. Poco más...

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