Sí y no
Concierto de Hamlet
Fecha: sábado, 18 de febrero.
Lugar: Sala Tótem, Atarrabia.
Intérpretes: Hamlet, formación integrada por Molly a la
voz, Luis y Alberto, a las guitarras, Álvaro al bajo y Paco, a la batería. Como
teloneros abrieron Vita Imana.
Incidencias: presentación de Amnesia, nuevo CD del grupo. 2 Horas de duración, bises incluidos.
Sí, pero no. Bien, pero no del todo: y no por
cuestiones técnicas o de sonido. Aprobado con objeciones y matizaciones –más bien-,
he aquí qué nota hemos de poner a Hamlet si tenemos en cuenta factores como los
siguientes: las expectativas generadas por la maquinaria publicitaria con las
bondades de su nuevo disco de fondo y lo que se espera, al menos, a priori, de
un concierto suyo: un show como los por ellos protagonizados en numerosas
ocasiones en la vieja sala Artsaia, con los comandados por Molly transformando
la misma en una olla a presión. Así pues, división de opiniones –como mucho-,
que dirían los críticos taurinos: he aquí, necesariamente, a qué expresión
hemos de recurrir para valorar este concierto.
La noche arrancó de manera incontestable con
Vita Imana, banda que, principal reclamo del cartel para algunos de los
presentes (limitándonos nosotros a plasmar en estas líneas lo que nos hicieron
saber unos cuántos espectadores), puso la nota de calor a la velada, convenciendo
totalmente al público con su actuación: con un más que vitamínico y encabritado
pase erigido sobre una brutal concepción del metalcore; en feliz maridaje con
el hardcore, perfectamente sostenido su hecho musical sobre una poderosa base
rítmica conformada por bajista, baterista y percusionista, con este último
(ésta, toda vez que era de sexo femenino), haciendo por momentos las labores de
segundo baterista, a tenor de la espectacularidad de su set y de su pegada. Y sí, imagen, sentido del ritmo y actitud, vaya
que si Vita Imana convencieron, demostrando durante los 30 minutos de que
dispusieron porte, capacidad y entidad suficiente como para aspirar a más altas
metas. Para ser a la mayor brevedad cabezas de cartel: no en vano dicha noche
arrollaron en cierta medida a las presuntas luninarias del mismo, los
madrileños Hamlet.
Sobre un escenario presidido por una estética
más que cuidada, con paneles alusivos al grafismo de su nuevo CD ocultando las
pantallas de sonido y flanqueando la grandiosa batería; frente a un público que
se dio cita en un número discreto teniendo en cuenta los llamados a estar sobre
el mismo, referentes en toda regla de la escena metálica estatal, la actuación
arrancó de manos de temas nuevos como Un
mundo en pausa, Mi soledad o Entre la niebla, composiciones que,
recibidas sin excesiva efusión, dejaron en el ambiente sensaciones encontradas:
que la banda sigue sonando bien y que sus músicos continúan vaciándose en directo
-por un lado-, pero por otro… Que los temas nuevos no llegan como los de antaño.
Que, al entender de muchos de sus seguidores, les falta una mayor definición y les
sobra envoltorio melódico y dispersión estilística, provocando sus interpretaciones
cierta indiferencia entre el público: algo percibido por Molly –fuera de toda
duda- a juzgar por cómo trató de arengar a sus seguidores durante la ejecución
de otra de las nuevas, Deja vu:
“¿sigue ahí fuera Iruña?” “Iruña, ¿es Hamlet? ¿Es el frío?” “¿Ha venido Iruña
esta noche?”, que a viva voz se preguntó.
Iruña sí; en mayor o menor medida, estaba
allí. Acudió dicha noche. Y tan predispuesta a cantar y a pasarlo bien con la
banda que incluso pagó previamente en taquilla. Así pues, si tal y como sucedió
durante la primera parte de la actuación, marcada por la presentación de nuevos
temas, los presentes no participaron en exceso, no fue por falta de
predisposición; tal vez quienes no estuviesen allí fuesen ellos. Los Hamlet
esperados por la ciudad -a tenor de lo ocurrido en la segunda parte-, fase en
la que de manos de clásicos como Tu
medicina, J.F., Egoísmo, Irracional o, ya en los bises, Dementes
cobardes, tras las reticencias iniciales, se hizo el calor. El sí, tras
cierta sensación de no...
VITA IMANA, ¡¡BRUTALES!!
Carril blues
Concierto de Tail Dragger
Fecha:
viernes, 27 de enero.
Lugar:
Sala Tótem , Atarrabia.
Intérpretes:
Tail Dragger, a la voz, acompañado por Quique Gómez,
a la armónica, José Luis Pardo, a la guitarra, David Salvador, al bajo, y Pablo
Bárez, a la batería.
Incidencias: concierto organizado por la
asociación de Blues de Burlata. Entrada
aceptable; público de ambos sexos y media de edad alta que se mostró
participativo. Hora y ¼ de duración, bises
aparte.
A dos meses vista de la
última edición del Udazkena Blues (y
a cinco de la celebración del veraniego Burlada Blues Festival), la animosa
asociación Burlada Blues Bar se lió de nuevo la manta a la cabeza con un fin;
doble, pero uno en sí mismo: recordar al público en general que siguen estando
ahí, al pie del cañón, y que el blues, su pasión y verdadera razón de ser,
sigue estando ahí, algo que quedó más que claro de la mejor forma posible. Con
la comparecencia de uno de los grandes del género, el estadounidense Tail
Dragger.
Perfectamente escoltado
por dos igualmente grandes, el bonaerense José Luis Pardo y el madrileño Quique
Gómez, ante una asistencia incluso mejor que la esperada (teniendo en cuenta
factores como el público al que va destinado este tipo de conciertos,
minoritario y de circunstancias muy definidas), la sesión, en esencia, se
tradujo en setenta y cinco minutos de tirón de interpretaciones de blues de muy
alto octanaje; sucio –en lo que a concepción del mismo se refiere- y arenoso en
lo relativo a connotaciones; elegante y salvaje a un tiempo… e impecablemente
plasmado. De puro sabor genuino. En la plasmación de un hecho musical
perfectamente liderado por la presencia de Dragger (Arkansas, Chicago, 1940),
viejo bluesman de timbre totalmente añejo al que, visto lo visto, sólo jubilará
la vida, en última –y única- instancia. Que solo dejará la vida artística… por
imperativo vital, a la vista del fervor que sigue cosechando ¿su presencia? Su
buenísimo hacer, más bien. Un músico que, sombrero vaquero cubriéndole la
testa, con los pies en el suelo (e incluso bajando a cantar a pie de suelo en
ocasiones), llevó las riendas de la noche a la perfección, cabalgando al frente
de la banda derrochando arte y soltura por igual. Blues con clase por medio de
la clase de blues impartida, lo que, en líneas generales, fue el concierto:
erigido a dos velocidades, en clave de interpretaciones de slow blueses y característico rhythm´&
blues, sobre unas composiciones ricas en pasajes y parajes de diferentes
intensidades sonoras y, en todo momento, alrededor de largos y, aunque más o
menos esperados, sugerentes desarrollos; vamos, como los kilómetros de la Ruta
66, para los enamorados de la misma.
Sobre unos temas en cuya
ejecución brillaron con luz propia el argentino José Luis Pardo por su forma de
tocar la guitarra, ya al servicio del equipo, ya al de su arte en solitario,
demostrando ser un Messi de las seis cuerdas; y perdón por la comparación,
habiendo recurrido a dicha herramienta para asegurarnos que nos entendemos a la
primera (guitarrista que incluso buscó el santo grial del minimalismo sonoro
absoluto desde el borde del escenario), y Quique Gómez, corriendo de su cuenta
la exquisita ornamentación a cargo de la
armónica; bueno, ornamentación… O más, siendo las notas por él desgranadas más
que meras guirnaldas, como fueron.
Frente a un público que,
en medio de un ambiente distendido, le piropeó y jaleó, circulando por el
unidireccional carril del blues, vía de sentido casi único que apenas permite
desvíos, Tail Dragger compareció en Iruñerria como la personificación del
legendario género, digámoslo claramente; y, por otra parte, como el espejo en
el que puede ir empezando a mirarse buena parte de la escena rockera estatal,
pues los años no pasan en vano. Tail Dragger: y el blues se hizo carne, habitó
entre nosotros y cantó en Tótem… a mayor gloria del género. Y de sus
entusiastas incondicionales. Enorme.
Haciendo de tripas corazón
Concierto de Insolenzia
Fecha: sábado, 28 de enero.
Lugar: El Bafle, Donibane.
Intérpretes: Insolenzia, banda formada por Daniel Sancet,
a la voz, Isabel, a la voz, a las guitarras acústica y eléctrica y a los coros,
Félix y Miguel, a las guitarras, Daniel, al bajo, y Chuan Pablo, a la batería.
Como teloneros abrieron velada La Rúa 44.
Incidencias: presentación de Me quema el sabor de tus ojos, nuevo CD de Insolenzia. Asistencia
muy escasa.
Decepción, he aquí la palabra que mejor
encaja a la hora de explicar lo vivido –y deparado- por el principal reclamo del
cartel ofertado por El Bafle dicho viernes: y ateniéndonos tanto a lo que
sintieron los aragoneses Insolenzia al comprobar de primera mano su capacidad
de convocatoria, nula –prácticamente-, dato significativo a la vista de que
estuviésemos en una noche totalmente despejada de conciertos, como a lo que
sintió quien rubrica estas líneas a una con el desarrollo de su directo.
Decepcionante, el mismo. Y es que, lamentándolo mucho (no tenemos nada contra nadie:
es más, asistimos a verles con ilusión, presos de la curiosidad), sintiéndolo de
verdad, así fue su actuación: todo lo contrario que la ofrecida por los
presuntamente teloneros, jovencísima pero más que preparada banda que dio la de
cal, haciendo buena nuestra personal versión en clave de crítica musical del
cuento de David y Goliath: érase una vez
un grupo telonero que se subió a las barbas del grupo principal y…. Toda
vez que La Rúa 44 no sólo se les subieron a las barbas, sino que incluso
llegaron a hacer cumbre arriba, más arriba: a tenor de lo visto, por méritos
propios y todo hay que decirlo, también por deméritos ajenos, en la mismísima cima
del cartel.
Haciendo de tripas rock & roll, ante una desangelada
sala, pasadas las 22.40 horas subieron al escenario los chicos y chica de La Rúa44, sexteto estellica al que conocimos en 2011 en la denominada Apertura Paralela y que sacó adelante su
repertorio de manera sorprendente. Sorprendentemente buena; un extenso setlist que,
apoyado en las canciones de Leyenda,
su primer álbum, pivotando las mismas entre los sabores más celtas y clásicos
del rock, encontraron en el clarinetista su hecho diferencial, desempeñando en
la banda dicho músico el papel del violinista de Mägo de Oz. Unas composiciones
que dejaron en el ambiente la sensación de encontrarnos ante un grupo hecho; pese
a la juventud de sus integrantes, frente a una formación cuya trayectoria sólo
puede ir a mejor. Lo mismo que, por muy diferentes razones, denotó la actuación
de Insolenzia, banda cuyo directo dejó entrever un preocupante quiero y no
puedo; grupo cuya comparecencia nos hizo ver el porqué de que su presencia en
Iruñea, ya a priori, no llamara la atención; pero, visto lo visto, ¿cómo
hacerlo en la capital estatal del rock? ¿Cómo, en una de las cunas del rock
(Barricada, Txarrena, Koma, Marea, Bocanada…) cantado en castellano? Y es que,
a la vista –se quiera reconocer o no- de la sempiterna diferencia de nivel existente
entre las bandas de aquí y las del resto del Estado, tal vez por la piel de
toro Insolenzia congregue gente en sus conciertos e incluso coseche seguidores,
pero por estos lares, haciéndolo como lo hicieron, difícil. Muy difícil.
Dificilísimo, presentándose como se presentaron: con un frontman que abrigo
rojo y sombrero, en todo momento trató de emular la imagen en escena de Kutxi
Romero, y con una vocalista que cantó fuera de tono casi todas ocasiones. En
resumen, que más que sus canciones, Insolenzia mostró lo siguiente a las escasas
personas congregada: tener muchos aspectos que cuidar… Y que mejorar. Que
tienen que trabajar duro, así como buscar un sonido y una personalidad propia,
más allá de tratar de reproducir esquemas ya inventados: esto es lo que nos
sugirieron, tratando de hacer ellos en sus ya reseñadas circunstancias de
tripas rock & roll… y el arriba firmante, a la hora de contarlo, de ellas, corazón.
Poco más...
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