Imponente
despertar
Concierto de La Sonrisa Metálica
Fecha: sábado, 8 de febrero.
Lugar: Black Rose, Burlata.
Intérpretes: La Sonrisa Metálica, banda formada por Gabi, a la guitarra y a la voz,
Ion a la guitarra y a los coros, Raúl, al bajo, y Eneko, a la batería.
Incidencias: presentación de Despertaré, nuevo CD de la banda. Hora y 20
minutos de duración en total. Lleno, público entusiasta.
La Sonrisa Metálica no pudieron presentar mejor su
recién publicado CD que como lo hicieron, ofreciendo un concierto en auténtico
loor de multitudes. Protagonizando un llenazo que les sorprendió incluso a
ellos, llevándonos a esbozar una cómplice sonrisa.
Ante un local a rebosar, el cuarteto detonó tres
temas de estreno para empezar, haciendo un derroche de rock metal que,
seguridad y aplomo a espuertas, no dejó indiferente a nadie: con la banda
haciendo gala de un armazón sonoro ciertamente pétreo, demostrando ser un
auténtico fortín a la hora de defender unas composiciones atléticas por demás.
Pronto, a propósito de la interpretación de otro tema nuevo, se contó con una
primera colaboración, la de Ernesto, guitarrista de NoiseAlivE, dando paso
dicho tema a la primera de las tres versiones que sonaron a lo largo de la
noche, The wall, de Pink Floyd:
celebradísimas las tres por la intensidad con que los músicos las llevaron a
su terreno.
A los brutales y acerados dominios sonoros de una
banda que dio a entender lo siguiente, haber entrado definitivamente en la
senda del crecimiento, quedando claro lo dicho toda vez que el público pudo
comparar calibres: los de las composiciones nuevas con los de las viejas, temas
-estos últimos- que se asomaron al repertorio a partir del ecuador de la
velada. ¿Anécdotas a destacar? La llegada –tardía- del segundo de los
invitados, Mikel, de Khamul, quien se vio abocado a acceder espectacularmente
al escenario tras abrir la puerta del local y comprobar que llegaba tarde. Que
no solo ya estaba sonando la canción, sino que estaban próximos sus últimos
coletazos, por lo que ni corto ni perezoso, tras abrirse paso todavía no
sabemos cómo, trepó hasta llegar a la altura de los músicos, llegando a poner
voz a los últimos compases, ante el alborozo de los presentes.
Ante la complicidad de un público que disfrutó de la
noche, resultando todo de su agrado: las canciones ofrecidas, el equilibrio de
las mismas, a caballo siempre entre la contundencia más feroz y el tratamiento
melódico denotado, la actitud derrochada por unos músicos, que, a decir verdad,
disfrutaron como niños… A nosotros, una noche más, nos agradó ser testigos de
acontecimientos relacionados con el crecimiento de los grupos. De La Sonrisa
Metálica, en este caso. De su imponente despertar.
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