For ever king of rock
Elvis, el musical. El rey del rock, vida y música de Elvis
Fecha: miércoles, 21 de septiembre.
Lugar: Auditorio
Incidencias: último espectáculo de la programación veraniega de Baluarte, primera de las dos representaciones programadas de dicho musical. 2 horas de duración, descanso incluido. Asistencia discreta.
Pasó por la ciudad el musical erigido en torno a la vida y los éxitos musicales y artísticos de Elvis Aarón Presley, icono del rock del pasado siglo XX cuya estela, qué duda cabe, continúa siendo alargada; y, al menos en la función del miércoles, lo hizo satisfaciendo completamente a los presentes.
Tomando el espectáculo como ejes principales el imperecedero recuerdo de Elvis y el férreo empuje de Greg Miller, doble del inmortal cantante, amigo suyo o quizás algo más (¿hijo, tal y como quedó en el aire después de que tras la representación fuese planteada la pregunta?) y, sea como fuere, fidelísimo depositario de sus esencias artísticas; perfectamente respaldado Miller por 28 actores, un cuerpo de baile formado por 12 bailarines, un quinteto musical y un cuarteto de coristas, la representación, dividida en dos partes, repasó sobre las dos alturas del escenario las trayectorias vitales de los dos: la del homenajeado y la del citado Greg, alternándose a la perfección a la hora de llevar el hilo de la historia las proyecciones en la pantalla de fondo, las distintas interpretaciones musicales (sonando temas como Love me tender, Jailhouse rock, Viva Las Vegas, My way o Tutti frutti) y los inevitables gags, auténtica sal y pimienta del teatro musical. Llevado a cabo todo ello de forma tan dinámica como atractiva y eficiente, aprovechándose las proyecciones para reorganizar el escenario y para que el actor y vocalista principal y demás actores y bailarines cambiasen su vestuario. Y es que, aun dentro de la sobriedad que presidió el montaje, la escenografía, las coreografías y el vestuario, en consonancia siempre con la narración de los avatares más destacados de la vida de Presley, lucieron muy cuidados, quedando articuladas en torno a sus vivencias más importantes las dos partes del musical: una primera, de presentación y narración de la irrefrenable ascensión de Elvis a los cielos de la popularidad, representada por momentos como su primera aparición en televisión, la grabación de sus primera películas, su incorporación al ejército en 1958 (año del nacimiento de Miller, curiosamente) o la preparación por parte de Frank Sinatra del Festival denominado Welcome home, Elvis, para saludar su regreso a la vida civil (antes de que se retirara momentáneamente a Hawai y, camino de la cima de su carrera, firmara millonarios contratos por la grabación de nuevas películas), y una segunda, erigida sobre los años de vino y rosas del denominado Príncipe de otro planeta a partir de su regreso en 1968 a los escenarios , antes de que, camino de su muerte, la propia voz de Greg pasara a contar desde la pantalla reveladores aspectos de la relación establecida entre ambos: llegando a ofrecer los dos, semejantes padre artístico e hijo… quién sabe si sólo putativo, incluso algunos duetos, desde el cielo de la pantalla y el escenario. Elvis y Greg. En cualquier caso, el mejor vocero de Elvis a ambos lados del Misisipi, este último; el mejor portavoz “del talento más increíble y el hombre más increíble”, tal y como a pie de escenario lo definió al primero.
Treinta y cuatro años después de la muerte física del artista, su espíritu latió derrochando vida en Baluarte de manos de la voz y la presencia de Greg Miller, quien comandó un musical de puesta en escena tan sencilla… como soberbio, el resultado. Ágil, dinámico y entretenido. “Greg, hijo; en muchos aspectos, me recuerdas a mí”, se escuchó decir al verdadero Elvis como colofón final. Tras presenciar el presente musical, sólo podemos afirmar lo siguiente: que vaya que si Greg recordó a Elvis. Que vaya que si noche a noche lo sigue recordando, en todos los sentidos. Greg, el otro Elvis. Vaya que sí.
Metálico pistoletazo de salida
Rock Metal Fest, actuaciones de Dreamwalker, Overload, Airless y Crazy Lixx.
Fecha: sábado, 17 de septiembre.
Lugar: sala Movie, Aizoáin.
Incidencias: 3ª edición del Festival, actuaciones de una hora de duración; asistencia muy discreta, público de ambos sexos y media de edad alta que se mostró participativo.
En la apertura de la presente temporada de conciertos 2011-2012, la sala Movie acogió al Rock Metal Fest, evento programado en un primer momento en Miranda de Ebro y trasladado a última hora a dicha sala: circunstancia esta que tal vez tuvo que ver con la discretísima asistencia finalmente registrada. Con la escasa presencia de aficionados locales, brillando los mismos prácticamente por su ausencia en el apenas centenar y poco más de personas que allí se dieron cita, procedentes casi todas de provincias limítrofes y no tanto, como Zaragoza y Valladolid. Y es que si a tan inoportuno cambio de emplazamiento le sumamos factores como la coincidencia de los conciertos con el partido entre el Barça y el C.A. Osasuna, la actuación el día anterior de TNT en Tótem o el hecho de que, sin menospreciar a ninguna de las bandas participantes dicho sábado, mucho menos a los cabezas de cartel, ninguna de ellas resultara excesivamente conocida para el gran público… He ahí, tal vez, el porqué de la ya reseñada falta de asistencia.
Tras detonar el pistoletazo de salida los locales Dreamwalker sobre las 19.20 horas, una hora después tomaron el testigo los donostiarras Overload, formación que hizo las delicias de las apenas decenas de personas (todavía a dicha hora) con sus canciones, muy marcadas tanto por el glam americano como por el heavy metal clásico inglés de los ochenta. Y sí, vaya que si se trabajaron el pase, tanto a la hora de tocar como a la de implicar al público en el mismo, objetivo que finalmente consiguieron: lo mismo que los siguientes en comparecer, los bilbaínos Airless, subiendo de manos de su presencia la calidad varios peldaños. Y no porque Overland no lo hiciesen bien, sino porque ellos lo hicieron muy bien, protagonizando una contundente descarga de vatios rebosante de puro espíritu metálico. De genuino sabor a hardrock y AOR, protagonizando la banda un concierto de altura y denotando tanto mediante el hacer de sus músicos (grandes todos ellos, desde el cantante Iñaki Lazcano, hasta su guitarrista y fundador Roberto R. Rodrigo, sin olvidarnos de la acerada base rítmica formada por Miguel Manjón, al bajo, y Paco martínez, a la batería) como por medio de sus temas lo siguiente: poder pasar por cualquier formación del género metálico de cuantas integran el pelotón internacional. Y a continuación, presentados por el manager y periodista Rafa Basa, lo que todos estaban esperando: la comparecencia de los suecos Crazy Lixx. Con dos discos en su zurrón y nueva grabación en puertas, el quinteto, a buen ritmo, marcándose una bonita velocidad de crucero, deleitó a todos con su concepción del heavy metal: totalmente reivindicativa del sleaze o glam sucio, con unos temas de colorido musical tan variado (pese a que no abandonaran nunca los cánones del hard más melódico) como las melenas de guitarristas, bajista y vocalista, cada una de una guisa: morena, negra, rojo caoba y rubia. Con unas canciones que, de sonido descaradamente americano y altísimo octanaje musical, demostraron ser ceremonias en sí mismas, habida cuenta de sus comienzos, desarrollos y finales: cuidados hasta el último detalle, derrochando en su conjunto gran magnetismo. Demostrando su condición de himnos en buena parte de los casos, a tenor por cómo fueron jaleada por los presentes: por un público de estética y actitud netamente heavy que, puños al aire, melenas al viento y oscuros ropajes; mallas o pantalones ceñidos, botas altas o deportivas tipo bota y chalecos vaqueros o de cuero (chapas –que no pins-, tachuelas y parches), nos llevó por momentos a la Iruñea de los ochenta, tal vez definitivamente desaparecida en combate. En fin, dejémoslo ahí. Por lo que a las bandas y a la organización del Festival respecta, muy bien.
Explosión de AOR y melodías
Fecha: viernes, 16 de septiembre.
Lugar: sala Tótem, Atarrabia.
Integrantes: TNT, formación integrada por Ronni Le Treko, a las guitarras, Tony Mills, a la voz, Diesel Dahl, a la batería, Victor Borge, al bajo y un teclista adicional. Como teloneros, abrieron noche Burning Kingdon.
Incidencias: presentación de A Farewell to Arms, último CD de la banda. Hora y 10 minutos de duración, bises incluidos. Alrededor de dos centenares de personas, público de media de edad alta que se mostró participativo.
En la víspera de su gran noche madrileña (los actualmente comandados por Tony Mills tenían previsto registrar un DVD el sábado 17 en Madrid), a modo de último entrenamiento ante tan definitivo envite, los noruegos TNT activaron su preparada carga de hard rock & AOR en Tótem un día antes, protagonizando un bonito concierto: un tanto deslucido por la asistencia registrada pero grande, desde el prisma artístico.
La velada fue abierta por Burning Kingdon, formación que, capitaneada por el guitarrista Manuel Seoane, también en Ars Amandi, acertó a calentar la sala durante su hora de actuación: cosa, además del hacer del citado, del timbre del vocalista de la banda, más que adecuado para el melódico hard por el quinteto desplegado. Por un grupo que lució realmente impulsivo, propiciando lo dicho que incluso el frontman subiera a cantar al todavía sin estrenar nuevo palco de Tótem, mientras que uno de los guitarristas salía de “gira” a pie de sala, dándose un señor garbeo antes de terminar accediendo a dicho palco. Y tras tan candente pase, todo un ejercicio de hardrock, lo que los apenas dos centenares de personas estaban esperando: la anunciada explosión de TNT en vivo y en directo.
Formados en 1982, con Ronni a las seis cuerdas y Diesel, a las baquetas, como únicos supervivientes de la formación original, TNT saludaron a los presentes con Hello, hello, quedando así abierto el grifo en lo que a su descarga respecta. Las compuertas –más bien- a su brillante caudal de canciones, erigidas siempre en torno al siguiente binomio: poderosos riffs de guitarras de la mano en todo momento de grandes melodías, antes de explotar en los coros; unas composiciones que, desde la primera en sonar hasta Tonight I´m falling, última en hacerlo –con permiso de los bises-, integraron un repertorio de grandes éxitos extraídos de diferentes tramos de su carrera, más allá que de A Farewell to Arms únicamente: tercer disco de TNT con su actual alineación, CD con el que, tal y como dice la crítica especializada, han vuelto a sus raíces. A la sonoridad que les catapultó al nivel de popularidad que décadas atrás llegaron a gozar.
Y todo ello con las guitarras, destilando clasicismo siempre, muy en primer plano en todo momento; marcando territorio al igual que época en su día buena parte de los temas magistralmente alentados por sus cuerdas, antes o después de conducir la canción hasta el estribillo: unas canciones que, envueltas por el mejor papel de regalo posible, el gran espectáculo de luces desplegado, gustaron a los presentes, público que, si bien jaleó siempre a los músicos y les aplaudió con fuerza, lo hizo en dos momentos, principalmente: a propósito de un instrumental rico en espacios para el guitar-hero (el cual vaya que si divirtió y se divirtió haciendo diversas demostraciones sobre cómo, en lo referido a posiciones o posturas, extraer sonidos de su instrumento, quedando más que a las claras sus posibilidades: las del legendario Ronni, claro está), y, ya en los bises, a la vista de la artillería pesada reservada para ellos, a una con las interpretaciones de hits como Everione´s a star o el mítico Intuition.
TNT, todo un lujo la posibilidad de ver en casa a una banda como esta. Y, lamentablemente para la sala, en las condiciones que lo hicieron los afortunados que acudieron. Sin incomodidades con forma de apretujones, queremos decir. Todo un lujo a la altura de otro lujo: en sí mismo, el presente concierto.
Sin avistar el final
Concierto de M-Clan
Fecha: viernes, 9 de septiembre.
Lugar: recinto de la Ciudadela, Iruñea.
Intérpretes: M-Clan, formación integrada en directo por Carlos Tarque, a la voz, Prisco Priscus y Ricardo Rupérez, a las guitarras, Iván González, al bajo, Alejandro Climent Boli, a los teclados, Frankie, Alex y Marcos, a los vientos, y Coki Giménez, a la batería. Como teloneros abrieron noche Mr. Fylyn.
Incidencias: tercer concierto del ciclo Ciudadela Sound. Presentación de Para no ver el final, último cd de M-Clan. Hora y 50 minutos de duración, dos tandas de bises incluidas. Algo más de mil personas, público que se mostró participativo.
Normalmente, una persona, un grupo de gente unido por una causa o interés común o una agrupación artística -como en el presente caso-, una vez alcanzado un punto en su camino (y principalmente si hablamos de largas trayectorias) puede llegar a no ver el final del mismo por dos razones: porque surjan problemas que se lo impidan (un disco flojo, un directo que no haga justicia a lo registrado en un estudio) o, como en el caso de M-Clan, en perfecto estado de forma artística tal y como el pasado viernes se mostraron, porque siga sin haber obstáculos en lontananza. Porque el cielo continúe despejado y todo vaya viento en popa. Sobre ruedas, como lo está haciendo la presentación del último CD de los murcianos, disco con el que han vuelto a recuperar protagonismo en las carteleras y puestos en el escalafón.
Ante escasas decenas de personas, la velada arrancó con la enérgica actuación de Mr Fylyn, quienes descerrajaron sin concesiones parte de los temas de su segundo CD, 1, 2, 3… Fuego!, pese al aspecto del recinto. Y es que, damos fe, al grueso del público le costó arribar a la Ciudadela, terminando de hacerlo a una con el inicio del concierto de M-Clan.
Disfrutando de uno de sus mejores años dentro de su ya dilatada carrera, de un más que buen momento artístico de manos de una concepción del hecho musical de usar y no tirar, los capitaneados por Tarque y Rupérez abrieron la espita a su rock de indisimulado regusto a madurez con tres temas del disco que les ha vuelto a propulsar hacia arriba. A no ver momentáneamente el final del potencial de la banda, Calle sin luz, Para no ver el final y Basta de blues, haciéndolo pronto otros igualmente de estreno como Me voy a dejar llevar y, con permiso de dos recuperados del disco Memorias de un espantapájaros, Se hizo de noche cuando te conocí (por las lindes del slow blues), Ahora y Carrusel: unas composiciones que, de claro sabor a rock americano, perfectamente coloreadas por la voz del vocalista (fuera de toda duda uno de los hechos diferenciales del grupo), lucieron en clave de soul elegantemente trajeadas por los vientos, siempre que así lo requirieron: auténticos pulmones de la banda saxofonista, trombonista y trompetista, aportando el imprescindible oxígeno al corazón de blues y rock & roll de la misma. Al rock teñido de blues y soul bombeado desde las guitarras sobre la musculosa y siempre eficiente base rítmica. En suma, a la actuación, sacada adelante de forma incontestable por unos músicos que en todo momento carburaron a la perfección; ¿más buenos momentos con forma de canciones? Los deparados por Las calles están ardiendo (hacia el ecuador del show) y por imprescindibles hits como Maggie despierta, Llamando a la tierra, Hasta la vista rock & roll y Carolina y Quédate a dormir - ya en los bises-, con el que se marcharon definitivamente.
Concluyó el ciclo estival Ciudadela Sound, y lo hizo dejando un gran sabor de boca a los presentes; a un público que, a la tercera fue la vencida –desde el prisma meteorológico-, finalmente entregado, disfrutó de la bonanza de la noche por partida doble. Desde dicho prisma ya apuntado y desde el musical, gozando de la banda, de la noche y de la banda sonora de la noche: de la música de M-Clan. Sin ver ni avistar de momento el final.
Directo al estómago
Concierto de Hatebreed
Fecha: domingo, 28 de agosto.
Lugar: sala Tótem, Atarrabia.
Integrantes: Hatebreed, banda integrada por Jamey Jasta, a la voz, Wayne Lozinak y Frank 3-Gun Novinec, a las guitarras, Chris Beattie, al bajo, Matt Byrne, a la batería. Como teloneros abrieron velada Anal Hard.
Incidencias: concierto enmarcado en la actual gira de Hatebreed por la península, hora y diez minutos de duración. Cerca de media sala. Público bastante participativo.
La inminente temporada de conciertos 2011-2012 comenzó a calentar motores, y cómo, con la bestial embestida de los norteamericanos Hatebreed, formación en activo desde 1994 que noqueó a sus incondicionales con su agresiva concepción del hardcore.
La noche, primera del tour que los citados están protagonizando, arrancó con los catalanes Anal Hard, quienes durante su media hora propagaron sin concesiones su pervertida demencia musicada, haciendo bueno el hecho de que habitualmente se declaren influenciados por el hardcore y las revistas porno ochenteras: por medio de una actuación que, orbitando en torno a un trashcore bestial, sostenida por unas guitarras de lo más densas y agresivas (¡qué hechuras las dibujadas sobre la base cimentada por bajo y batería), se tradujo en una explícita agresión musical en toda regla, no apta para espíritus ni para estómagos sensibles. Totalmente a la altura de lo que se avecinaba de manos de los cabezas de cartel, como minutos después pudimos comprobar. ¿Lo único que, a nuestro juicio, desmereció? El lado lírico de las canciones. Las letras, bastante evidentes e infantiles, no sabiendo el arriba firmante si así concebidas de forma meditada o premeditada.
Y a continuación, media hora después, ante un público de sexo en su mayor parte masculino, estética heavy y llegado en buena parte de los casos de lejos del herrialde, el porqué de su asistencia a Tótem el domingo: la contundente, concisa e incontestable actuación de Hatebreed.
Saludada por un sampler de corte épico, introducción que saltó en mil pedazos a una con el primer rugido de las guitarras, el quinteto, prietas las filas y los dientes; llevando hasta sus últimas consecuencias la máxima de uno para todos y todos para uno -como los dedos de las manos ante la inminencia de una acción de autodefensa-, arrancó encadenando composiciones que lucieron cual si de guantazos, de puñetazos sonoros soltados en medio de una refriega se tratase: sucediéndose los mismos, teñidos de metalcore, hardcore punk y groove metal, con total determinación, voracidad y decisión, marcando territorio desde el minuto uno, el realmente importante. Directos al estómago, denotando autoridad sin remilgos. Y todo ello ante la euforia desatada principalmente en las primeras filas, donde algunos de los presentes, abducidos por la pasión, no dudaron a la hora de protagonizar pogos e incluso moshings, poseídos por la fuerza y fiereza musical. Y de esta guisa transcurrió la descarga, con la banda, entre todo tipo de acelerones, frenadas y virajes sonoros, dándolo todo de forma inmisericorde ante la aprobación general, con la totalidad del público participando efusivamente de la ceremonia sobre el escenario pergeñada, de electrizante y enérgico voltaje, celebrando cuernos al aire, cabeceando y botando las acometidas de los músicos, en señal de aprobación. Y sí, damos fe de que Hatebreed convencieron a los metalheads con el tornado metálico desatado, de altísima graduación. Con su directo demoledor. ¿La única objeción? Que apenas se mantuvieron 70 minutos en escena, pero bueno, ¿qué decir al respecto que nunca hayamos dicho? Haciendo por partida doble de abogados del diablo, que con los guiris ya se sabe, punto primero, y que tocando a esa velocidad es difícil dar más. En cualquier caso muy bien Hatebreed. Poderoso, el pistoletazo de salida de la nueva temporada. Y en cuestión de semanas TNT en Tótem, ¿alguien da más para empezar?
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