Un año más, y ya van cinco,
Bill Toms & Marc Reisman (
Susan Santos & The Papa’s Red Band (MADRID)
Billa Lyerly (USA/EUSKADI)
Desde nuestra incultura en materia de blues & derivados, reconocemos que al único que conocemos es a Bill Lyerly, a quien vimos hace año y medio en Subsuelo: esto escribimos de él... En cualquier caso, más info klikando aquí
Viernes de pasión
Fecha: viernes, 28 de marzo.
Lugar: bar Subsuelo, Iruñea.
Incidencias: concierto de presentación de Too hurt to cry (The best of Bill´s blues), disco recopilatorio del artista. Hora y 45 minutos de duración. Público de edad preferentemente madura que disfrutó de la actuación.
Luciendo, cómo no, un vistoso sombrero vaquero, el de la costa este se bastó y se sobró para llenar la sala de genuino rock sureño mediante un concierto que, dinámico, rayó a gran altura; la actuación, sustentada sobre unos temas que se revelaron pegadizos y con enjundia, vino a ser un auténtico recorrido por parte de su personal Ruta 66, repasándola sin picos ni bajones mas tampoco de forma lineal: a lomos de sus guitarras –como mejor montura, a falta de caballo- y de forma generosa, tanto desde el prisma artístico (como ya hemos sugerido) como en lo referido a la duración del viaje.
A pesar de estar sólo él sobre el escenario, el concierto fue de rock de pelo en pecho, bravío, luciendo diferentes cadencias y tonalidades (elegantemente escogidas dentro de la gama característica del rock americano) y plasmadas las mismas sin mayores ornamentos. Esgrimiendo un hecho musical añejo que, sin maquillaje alguno, resultó muy ameno, brillando las notas generadas como sólo es capaz de hacerlo la belleza natural. La que es de verdad… e incluso independientemente de su edad: principalmente las extraídas con la ayuda del slide-guitar, tubo de metal que deslizó en distintos temas por las 6 cuerdas para producir sonidos de máximo sabor e intensidad, como los que consiguió utilizando para ello ¡el cuello de una botella! Y todo ello ante el asombro de los presentes, de un público que se dio cita en sorprendente buen número (de todos es sabido que la calidad esgrimida en cualquier orden de la vida suele ser inversamente proporcional a la respuesta que suscita) y que siguió el evento con curiosidad e incluso extrañeza al principio y con indisimulable atención a continuación, aplaudiendo con fuerza ante lo inusitado de la calidad musical. Y es que, en otro orden de cosas, no resulta normal encontrar sobre los escenarios a un artista prácticamente desconocido y de semejante relumbrón.
Pionero del country alternativo en su día con Super Grit Cowboy (entre otros datos a destacar dentro de un curriculum digno de ser repasado), Bill Lyerly, gusto personificado y extrema maestría, es posible que viva de la música -a la vista de las credenciales que le avalan-: de lo que no quedó ninguna duda es de que, sobre el escenario, demostró vivir la misma como pocos, Ah, y vivir de igual modo los conciertos de formato ¿reducido? ¿pequeño? No, de máximo contacto con los asistentes a los mismos, los melómanos que, como dicho viernes, se dan cita para verlo, escucharlo y sentirlo. Para dejarse llevar por la pasión por él generada en general. Muy bien Lyerly en clave de southern rock, de country y de blues. Atentos a las agendas, que vive en la ciudad.
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